jueves, 25 de diciembre de 2008

Tardes de lluvia (allá por el 2006)

Era un día de lluvia, uno de tantos que daban forma a ese interminable invierno. Gente abrigada, poca gente; paseos y parques vacíos. La vida parecía marchita en esos días, la luz estaba ausente y la tonalidad del pétreo cemento de la gran ciudad la reflejaba como una gran tumba, esa tumba donde miles de almas ansían la llegada de tiempos mejores. De vez en cuando la vista de alguna pareja paseando bajo un mismo paraguas alegraba la mente de los solitarios personajes que se enfrentaban a la tristeza de días como aquel, y es que eso era Marta aquel día, tan solo una más del ilimitado número de almas que tendrían que ahogarse en la cruda monotonía de la soledad. El viernes, día que para ella significaba el descanso y disfrute después de una larga semana, se convertía en el más profundo de los pozos, en aquella gruta donde ese lobo estepario debía descansar todas aquellas mentiras que lo agarrotaban por dentro, todas las vanas palabras de personas que se hacían llamar sus amigos.
La idea de encerrarse en su habitación escuchando música la deprimía aún más, por lo que tan solo le quedaba vagar, y de vez en cuando echar un vistazo a escaparates que ya estaba cansada de mirar. En ocasiones, se quedaba ensimismada mirando no los artículos, sino su propio reflejo en el cristal. Era una chica rara, una chica que no podía dejarte indiferente. Su mirada, era el reflejo de una madurez ocultada bajo la apariencia de una adolescente sin complicaciones y victima de las propias modas de la edad: pantalones anchos vaqueros, converses rojas, plumífero negro… Su pelo era largo y negro, completamente liso y cuidado, y entre los mechones que se dejaban resbalar por su frente, se podían observar unos ojos color miel que a más de uno habrían engatusado. Su expresión quedaba definida por una nariz pequeña y graciosa; era una pena que fuera una chica tan seria, o tan triste…
Después de un largo paseo en esa tarde de lluvia bajo su paraguas blanco, tubo el pronto de echar una mirada hacia ese cielo que lloraba sobre ella, un cielo completamente encapotado que parecía no mostrarse suficientemente satisfecho con toda el agua ya derramada, y es que fue en ese preciso momento, mientras decenas de gotas recorrían su rostro, cuando pudo percatarse de una escena poco común que lo mínimo que hizo fue sorprenderla: en la cornisa del ático del edificio bajo el que ella estaba, un chico se encontraba de pie, jugueteando con su destino, dejando que fuese el viento quien tomara una decisión por él. Los sentimientos y el pánico que Marta sufrió en ese instante la descubrieron desesperadamente subiendo por las escaleras del edificio hasta llegar a su décimo piso, cuya puerta estaba entreabierta. Al salir, la imagen del chico la sobrecogió: este se encontraba mirando hacia el vacío, con los brazos extendidos y completamente mojado; las gotas resbalaban por un pelo ralo y descuidado, y seguían hasta encontrarse con una camiseta negra y un pantalón vaquero.

- No te acerques - dijo el muchacho, que debió de percatarse de su presencia.

- Tranquilo, no tengo intención de hacerte nada. ¿Pretendes tirarte? - Marta intentaba parecer lo más serena posible, pero su nerviosismo la estaba ganando paso a paso, y la expresión de su rostro no conseguía más que reflejar el terror que sentía.

- ¿Tú que crees? ¿Qué estoy aquí por gusto?- replicó este con voz queda.

- No lo se…

- Deberías irte, no quiero hacer sufrir a más gente que no lo merece – dijo el chico con tono de tristeza -. Mi vida ya no merece nada, yo no merezco nada. Todo lo que he vivido me ha enseñado a conseguir odiarme más y a todo cuanto me rodea.

- Joder, todos lo tenemos que pasar mal, ¿crees acaso que la vida es un camino de rosas? De verdad crees que yo nunca he sentido las ganas de hacer lo que tú estás intentando hacer, que yo nunca me he sentido morir… Pero por muy mal que lo pases, siempre tienes la esperanza de que la vida te pueda deparar algo más que infortunios, siempre depositas tu fuerza y amor propio para que la vida te devuelva lo que alguna vez logró quitarte, esa felicidad…- dijo Marta, mientras perdía la mirada en el infinito del cielo.

- ¿Cuál felicidad? Yo ya no se lo que es la felicidad – la voz del muchacho aumentaba su tono, pero este se perdía entre el susurro del viento -. Desde el momento de mi nacimiento he estado condenado. Mi madre siempre pasó de mí como de la mierda, mi padre llegaba borracho a casa y la pegaba… ¿Crees que un niño puede crecer viviendo entre el odio de una familia así? El sufrimiento, el dolor… Alguna vez he pensado que era posible salir de esta espiral estática, de abandonar este jodido camino por el que siempre me he movido en círculos, pero todo eran ilusiones, la suerte pronto dejó las cosas donde debían estar, me dejó hundido, me dejó solo… Y aún cuando debería entristecerme la muerte de un padre, no hace sino alegrarme que no pueda estar aquí para recordarme todas aquellas tardes en las que aún no conocía más sentido que el del sabor de las lágrimas.

En aquel momento, el viento sopló con una fuerte racha, y Marta pudo observar como el cuerpo de aquel desconocido hombre se tambaleaba en pos de una vida mejor…

-¡NO! ¡Por favor no te tires!, joder tío – Marta se tranquilizó al ver que este recuperaba su equilibrio -. Déjame hablar contigo, se que te puedo ayudar, se que necesitas a alguien que te pueda comprender. Comparte tu sufrimiento conmigo, pero no te tires, por favor, no te tires…

- ¡Lo que menos necesito es alguien que se compadezca de mí!, de esos ya han habido bastantes, y al final todos me fueron dejando solo, abandonado como un perro – gritó realmente contrariado.

- Lo se, joder, lo se – repitió ella dejando entrever su nerviosismo –. Al menos dime tú nombre…

- Juan – dijo este con la voz apagada.

- Juan… - susurro Marta de manera casi imperceptible, dejando que su nombre flotara en el aire hasta llegar al cuerpo que le daba la espalda -. Sabes que esta no es la solución, sabes que este es el camino más corto hacia la cobardía. Lo mejor sería que te apartaras de ahí y vinieras conmigo para hablar en un lugar tranquilo; seguro que podemos llegar a comprendernos, seguro que eres capaz de recapacitar. Por favor, dame tan solo una oportunidad, no te defraudaré, yo no te dejaré tirado, yo no te abandonaré – su voz se fue diluyendo mientras unas lágrimas lograban deslizarse entre su rostro mojado y completamente descompuesto.

- Mira, se que tus intenciones son buenas – dijo Juan -. También se lo sinceras que han sido tus palabras, y te comprendo, en serio. Todas las elecciones muestran caminos infinitamente desconocidos, pero yo soy incapaz de aventurarme más allá de donde mi maltrecho corazón ha logrado soportar. No se como eres, pero si se como no serás, nunca podrás ser como yo.

Y girando su cabeza lentamente, miro a la miel de tan llorosos ojos, y con una sonrisa en sus labios cogió la fuerza que lo impulsó hasta lanzarle al vació.


Desde aquel momento Marta nunca pudo volver a ser la misma, la vida dejo de tener el significado que la contrariaba y asfixiaba en un mundo tan efímero, donde los sentimientos dictaban la sentencia y donde el dolor se transformaba en lo verdaderamente esencial. Las últimas palabras de aquel chico lograron despertarla de su sueño, y aunque el precio fuese demasiado elevado, el dolor y el sentimiento de culpa dejaron paso a un estado de conciencia donde pudo apreciar que los matices que definen nuestra existencia no están en contra de permitirnos sentir la esencia real de la vida, ya que como dice la canción:


” Esta es la última vez que te abandonaré,
y esta es, la última vez que te olvidaré,
ojalá pudiese…”

lunes, 22 de diciembre de 2008

Has comido piedras y has sufrido lo que Dios sólo reserva a unos pocos, con el convencimiento de que detrás de eso no hay nada más. Pero te queda la certeza, la certeza de que un poco más allá no hay ninguna parte, la nada, espacio vacío, allí donde tus moléculas orgánicas se fusionan con el suelo orgánico.
Jamás leerás esto, jamás sabrás que los sé, jamás sabrás de la vergüenza que me atraganta al verme incomunicado tanto tiempo sin ti, tanto tiempo sin saber de ti, tanto tiempo relegándote a la última página del libro de caras que dibujo cuando me aburro.
Y ahora, en una tarde cualquiera, salta la liebre y me atormenta, me atormentas. ¿Por qué tienes tan mala suerte, o tan malos genes? Esto ya no tiene gracia, ni ninguna de las paridas que hicimos hace ya tanto tiempo. Todo queda muy muy lejos, demasiado lejos si tan pronto dejas de aparecer. No me hagas esto, ni a mi ni a tu peor enemigo. Por favor. Yo siempre seré Diego, y tu el chico que me saca de quicio con una regla rota… Por favor, sigue haciéndolo.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Desde que empecé con esto, ellos andaban a seis patas por la calzada romana cercana a mi casa. Y no tan importante eran ellos como la calzada. Los fuegos fatuos juraban fidelidad a la bandera de ninguna causa, pero más tarde descansaban en brazos de la Güestia. Los niños que jugaban a tirarse piedras desconocieron por siempre los motivos, pero estos, cuando anochecía con el ruido de castaños, corrían a esconderse en el manto protector de sus madres porque no querían vagar eternamente con un hueso encendido en la mano, no querían portar una condena, no eran suficientemente buenos.

A veces, cuando alguien tiene un calcetín negro, siente la extrema necesidad de esconderlo debajo de un montón de monedas. Son el entusiasmo y la rabia. Después son el entusiasmo y la labia de quien intenta convencer a alguno de ellos para que deje de hacerlo. Misericordia, que trazan las velas, velas blancas y velas negras, con cera que se torna rosa en contacto con el calor. Porque las palabras en si mismas son cáscaras, carcasas de un poco de nada traducido a la interpretación que hemos aprendido a conceder. Pero cuando alguno de éstos se da cuenta del negocio fundamental, se cae el cielo mientras las viejas gritan victoriosas “¡Dominaremos el mundo y seremos jóvenes otra vez!”, ellas que se veían al borde de la muerte, siendo conscientes de que la próxima generación en caer sería la suya.

Yo soy una de esas viejas. Pero mi atuendo no es típico ni regional, soy en el cuerpo de un chico. Y no me importa vivir y encontrar limitaciones porque seguiré viviendo, claro está, hasta que me encuentre la Güestia, en una salida cualquiera. Aquí, o ahí.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Aparecen, desde el suelo, abadejos de color rojo trazando parábolas que se mantienen en el aire marcadas por una línea imaginaria pero visible. Ellos se esconden en toperas y vuelven a escapar hacia el mar. Mientras, yo miro con cara de tonto cómo se van diluyendo las lineas en el aire, como el humo del cigarro, prestando una exagerada sobreatención a los vórtices.

lunes, 24 de noviembre de 2008

"Estaba en una estancia blanca hasta donde mis ojos lograban ver, infinita hasta donde no lograban ver, y silenciosa hasta donde lograba oír.
Cuando me desperté yacía tumbado de costado, en posición fetal, y llevaba la misma ropa que recordaba por última vez: la que llevaba puesta mientras paseaba entre aquel montón de chatarra oxidada buscando refugio por la lluvia.
Obviamente casi me da un telele cuando abrí los ojos, y durante aproximadamente dos minutos estuve en estado de shock en el suelo, sentado abrazando mis rodillas. Ya dije que todo era muy blanco y con mucha profundidad y que no había sonidos, y lo gracioso es que había un olor constante en el lugar.
Olía a hojarasca, sí, esa hojarasca típica del otoño entre abedules que se van quedando pálidos y más pálidos mientras las pisadas dejan marcas en un suelo blandito, embarrado, esperando que más y más hojas sepulten cada uno de los pasos. Y el viento, oh, el viento, y las bufandas con sus enfurecidos latigazos mientras los gritos infantiles y contentos retumban en el cielo y en los corazones sin anestesia de otros tiempos. Olía a hojarasca, olía a otoño, olía a aquel pasado en el que al caer la noche uno debía estar a resguardo entre las conversaciones de los mayores y la luz de una bombilla encendida."

Y tan natural lo sintió todo que perdió el miedo al lugar y comenzó a saltar y pegar gritos como en aquellos tiempos, cuando aún era sólo un niño. Y con sus botas del día anterior fue ensuciado con cada paso y cada salto de barro la superficie blanca impoluta, que con el paso de las horas fue perdiendo esplendor hasta que el cansancio hizo al joven detenerse. Y se detuvo para percatarse de que bajo cada uno de sus saltos y pasos enfurecidos por la alegría, la marca de barro y la suciedad se había convertido en vidrio. El suelo era el cristal de una pantalla, y detrás había sueños. Y pasados y todos los futuros por venir. Y descubrió que jamás volvería a sentir la hojarasca como en algún tiempo la sintió.

Y cada vez que atraviesa el parque con el frío en las mejillas sonrojadas y huele, siente dolor. Pero sabe que es la única manera para poder recordar.

june evenings



Las grietas en el abismo celestial

son de noches cerradas,
de días oscuros con manta
y el frío que filtran ventanas.

Son los matices del fuego,
Poseidon haciendo una hoguera
intentando la guerra imposible,
entre peces, entre sirenas.

Y cuando se descuidan las olas
aparecen los siervos del mar,
caminando en la arena,
buscando refugios sin agua
y sin fuego que la pueda quemar.

Respirar, respirar,
sin agua salada del mar,
palanganas, para el agua,
agua del grifo, para llenarlas,
y una pizca de sal.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Años

"
(...)

- Perfecto – asintió mientras comenzaba a sacar la cartera.

- No. Deja las cosas en tu habitación y ya me pagarás después – cortó la mujer.
- Eeee, vale… - el gesto del muchacho reflejaba su sorpresa.
- Tu habitación es la cinco – dijo la mujer mientras le entregaba la llave -. La limpieza de las habitaciones es cada dos días. Sábanas limpias las podrás recoger aquí.



Y sin dar tiempo a ninguna pregunta, la mujer abandonó la recepción por una puerta que se encontraba cercana a la escalera.
El joven, aún sorprendido por lo absurdo de la situación, se encogió de hombros y comenzó a subir las bonitas escaleras. Tras pasar el ventanal y adentrarse en un oscuro pasillo, por fin logró introducir la llave en la puerta número cinco y abrirla. Su sorpresa fue mayúscula cuando, tras pasar el marco de la puerta, se dio cuenta de que la habitación carecía de ventana propiamente dicha, en cambio, justo por encima de las cenicientas sabanas de la cama, se encontraba un amplio ventanal que daba directamente al cielo de Madrid. Tampoco había nada que evitara la entrada de luz por la noche, pero eso a él no le importaba realmente, ya que se había acostumbrado a las plácidas sombras que la noche proyectaba en el cuarto de su ciudad natal.
Posó su mochila sobre la rustica silla que se encontraba frente a un pequeño escritorio, y tras liarte un canuto mientras observaba las peculiaridades de la estancia, se tumbó a degustar su beso placentero mientras el azul celeste seguía imperturbable allí arriba.
"

jueves, 13 de noviembre de 2008

Estos son, cuando pululan por la habitación, los insectos que con su ruido impiden al mundo dormir. Polillas, mosquitos, saltamontes, ciempieses, hacen un ruido insoportable. Desde el momento en el que uno dirige su atención hacia ellos, la noche cubre su silencio con tesituras de hard-rock bar. Luces de neón, bajos implosionantes en el pecho, cuando entras por las puertas oscuras del bar cabe esperar cualquier movimiento. Justo detrás, en la nuca, por cada uno de ellos, surgen movimientos como reflejo de protección: hachas, espadas, dagas, cicuta, motosierras, tijeras, pistolas, cianuro, punzones, boro; todo entra en el imaginario colectivo como amenaza de integridad.




(Pero el agua es agua, y el aceite es aceite, y la diferencia de densidad es suficiente para que la combinación de ambos sólo pueda ser una mera ilusión transformada en anhelo.
¡Qué más querría yo que ser aceite para fundirme con tu cuerpo y que todos y cada uno de los segundos no tomara conciencia de mi condición!¡Qué más quisiera yo que compartir contigo la misma cucharada sopera!¡Qué más quisiera yo que ser más que mera parte de la existencia del olivo!
Y sin embargo se que yo soy el agua, y tú el aceite, y se que en Marte la densidad no era importante, pero aquí, en el mismo vaso de bohemia, el agua sigue siendo agua y el aceite sigue siendo aceite. ¡Qué más quisiera yo que los sabios de la química y de la física estén equivocados!¡Malditos neutrones, protones y electrones!¡Malditos pesos moleculares y malditos puentes de hidrógeno! Esperaré pues, otra vez más, para que ellos se hayan equivocado y que haya alguna manera de que el agua y el aceite juntos consigan llegar a ser algo. Haría replantearse los cimientos de la ciencia.)

domingo, 2 de noviembre de 2008

Debajo de una luna silenciosa, abriendo los ojos para dejarse cegar, estaban. Señalaban al cielo oscuro, veían una diminuta estrella y les parecía fantástica. Cada una de sus pulsaciones de colores, si se convirtiera en sabor, encarnaría todos los tipos de caramelo. Veían el caramelo de menta y el de anís, dejaban la lengua anestesiada. El caramelo de fresa con su aroma pegajoso en los labios, la punta de la lengua, saliva esparciéndose como infusión de amapolas desparramada sobre el mantel.

Debajo, justo debajo, la tierra fría, hierba mojada, el mundo real. Ellos solo miraban arriba. Sí alguien agarraba sus cabezas y les obligaban a mirar al suelo, lloraban desconsolados.

Noches frías. Pulsaciones hirviendo.

Respiraban a pulmón abierto, como si por más fuerza quisieran lograr que las estrellas entraran hasta sus pechos para convertirlos en mero polvo de estrella.

El mundo real estaba bajo sus pies, inquisidor.

Uno bajó la mirada, se agachó y besó el suelo desconsolado. El otro siguió mirando al cielo.

Cuando el desconsolado levantó su cara del suelo ya no pudo encontrarle, el otro estaba ya en otro tiempo distinto.

Cuando el día llegó al último soñador de la estrella, era demasiado tarde, ya no había nadie a su lado deseoso de esperar por una noche más.

Desaparecidas las noches
ellas vagaron ocultas,
estrellas desnudas
cubiertas de dudas,
mintiendo el reflejo de un tiempo distinto.


Sólo tiempo bajo el reflejo. La estrella está muerta, su luz son las últimas palabras de su testamento.


Miré embelesado mi muñeca. “No puedo estar muerto” pensé, mi dedo índice entonces se posó sobre los tendones, sobre las venas, con la esperanza de sentir alguna pulsación. “No puedo estar muerto” pensé, los colores revoloteaban sobre un fondo monocromático, zonas romboidales de colores sobre un fondo monocromático. Revoloteaban sin posarse sobre mi retina, deduje que lo monocromático debía de ser el fondo pero también pude haber pensado que el fondo eran los colores. Ahora que me paro a pensar si estuve muerto o no estuve muerto me asalta la duda. No había pulso, podía estar muerto, el fondo era monocromático, las alas eran policromáticas, las alas eran monocromáticas, el fondo era policromático. ¿Existía alguna diferencia? Todos los colores me pertenecían por igual, el resto era una cuestión meramente perceptiva, pude no sentir el pulso por el frío en mi dedo índice, inhibición de la sensibilidad. “No pude estar muerto” pienso, pero la seguridad no cubre el espectro de posibilidades. Un jardín en cada poro lo alteraba todo y había paraguas rojos y blancos y yo pensaba que debajo podía estar Wally, o un hombre disfrazado de conejo. Si hubiese estado muerto, debajo del paraguas podría haber habido cualquier cosa, hasta una maceta con orquídeas rosas y naranjas. Los líquenes después de casi un año de secado huelen a perfume, tierra húmeda con millones de porciones de moléculas olorosas diferentes por cada centímetro cuadrado. El color predominante es el marrón de la tierra, pero hay tonos violetas que no puedo encajar en el olor del liquen seco. Es amargo, penetrante, al principio suave pero después de dos segundos de inspiración se vuelve tosco, con mucho cuerpo, y aparecen esos tonos que no son fáciles de encajar. No me recuerda a ningún olor que tenga catalogado en la memoria. Me frustra.

domingo, 19 de octubre de 2008

Clorofila

Los árboles duermen con el sol salpicando las hojas templadas. No hay una gota de aire, no se mueven las hojas, pero los trozos de tela grisácea sí se dejan mecer suavemente por su caricia. Tan sutil, tan tranquila, ese viento está hecho de piel sobre la muñeca.

A través de los cristales no se filtra el sonido. “La ciudad está durmiendo” se dice el que acerca su cara a la ventana. Los niños que corren torpemente en círculos y las personas que pasean sobre la acera, todos ellos duermen con el Sol.

Se levantan con la Luna, cuando cierran los ojos y se revuelven en su cama. Despiertan para ir a soñar, abren los ojos para seguir durmiendo.

Se duermen para seguir viviendo sin tener que pensar, así evitando caer en la tormenta que soporte las ideas que se refugian en la cabeza cuando nadie les da cobijo. Asaltan sin preguntar, sin que nadie permita robar lo poco de luz que hojas imaginarias de árboles imaginarios reciben en su pasividad otoñal.

Me asaltan y me roban lo que puedo tener entre las ramas, me intentan convencer con razones, me apabullan, me intranquilizan. Dicen que el Sol miente a los árboles con el verano próximo solamente para que sobrevivan al invierno. Tienen motivos para convencerme, lo se, y también me dicen que me contarán luego el resto de cosas al oído.

Entonces cierro los ojos. Busco despertar.

Abro los ojos, me asaltan, me adormecen en su limbo de terremotos aéreos, cubren mi cabeza con un trozo de seda roja.

Podría tener motivos para dejar que susurraran en mi oído todo el mundo que quisieran inventar, podría dejarme convencer por sus ideas de ese Sol que busca en la omisión del invierno que la clorofila no sea recelosa y no dude que volverá el verano otra vez.

Pero solamente quiero que el Sol bañe con su luz templada el verde de cada hoja, sin pensar en estaciones, sin pensar en los minutos o las predicciones meteorológicas. Así que no dudaré, no guardaré aquello que quieren susurrarme en una caja de cristal para poder escucharlo cuando me sienta tentado.

Sólo quiero sentir al Sol bañándome con su luz. Y mientras, sonreír, aunque los árboles no sonrían.

No desconfiaré del Sol.

jueves, 16 de octubre de 2008

Nube de azúcar.
Poso de café con leche.
Seda grisácea.
Visos granates.
Pies descalzos.
Pizarra caliente.

Chocolate fundido.

Escalofrío.
Piel.
Extractor de humos.
Quemadura solar.
Cuello insensible.

Palabra.

Cenicero.
Suelo.
Colilla pisada.
Sonrisa.
Negación fundamentada.
Revistas científicas.
Verborrea pseudocientífica.

Lata de sardinas.

Tablilla de madera.
Gato y su escopeta.
Elecciones presidenciales.
Invasores del espacio.
Control mental.
Resistencia al control mental.

Distintos tipos de ondas electromagnéticas.

Sustituciones de vocablos.
Pizarra caliente con cristales.
Pinzas.
Pie.
Cielo gris.
Ciudad abandonada.

Fantasmas con bufandas.

Interpretaciones sofistas.
Papel reciclado.
Salad Dressing.
Bosques y prados.
El mar salpicando su furia.

Cantos rodados.

Un buque carguero.
Olas, ratones.
No smoking.
Calma.
Atún rojo en la lonja colgando.

Saltos en ríos.

Cuellos y rocas.
Asfalto.
Pasos de cebras.
Tic-tac del reloj.
Llegar tarde.
No llegar nunca.

Perderse en el verde.

Ojos vendados.
Sentidos vendados.
Nula importancia.

Sol y cristales de hielo.

Gotas de agua.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Matadero

Nunca me ha fallado el pesar de las botas golpeando contra el suelo de la ciudad de noche Cuando los niños descansan ya en sus casitas con la estufa puesta mientras las cosas se cuecen afuera con gente que camina cabizbaja encabronada golpeando el suelo con todas las fuerzas que tienen Un paso y otro y otro más Mierda un hormiguero Pobres Pero no hay nada más que el susto de que una hormiga se cuele por la pernera del pantalón Las tememos más que al fuego y a la droga La droga es sintética Ya no hay espacio para cosas naturales Sentir cosas naturales es absurdo Ahora la moda es inventar el plástico y reinventarlo Qué bien se siente uno cuando lo hace sin implicaciones con el subconsciente todo siendo sumamente inalcanzable porque es inventadoycontodaslasimplicacionesmegustajugaralaruletarusamadeinasturias
porquenohaynadamásmortalquejugaralaruletarusajugandoconunapistoladeplasticoconbalasdeverdad. Y yo no me creo, no confío es mis juegos mentales, necesito olvidarme. No volveré a inventar el país de nunca jamás. Lo juro. No más implicaciones mentales, no reinventaré el fuego, no convenceré al fuego para que sea tierra, me niego, me niego, y si me muestro contrariado, darme diez minutos y lo habré olvidado todo dejando de sentir con la cabeza metida en el sumidero, mi sumidero. Pensaré con los ojos cerrados. Joder! Quitarme los ojos de una puta vez y sustituirlos por dos pelotas de pinpong. Y masticaré plástico, lo juro, y sabrá a miel, porque las tecnologías avanzan que dan gusto y nunca miraré atrás porque me habré olvidado. Mi mundo será un mundocolorrosayllenodepalabrasqueflotaránenelaire sin peso, no hay peso, nadie lo quiere. Obviamente sin implicaciones como la 16º vez que las nombro, las implicaciones serán peores que llamar judío a un judío, dios santo. Dios santo, me estoy implicando y dejándome convencer por el plástico. Punto muerto, no hay términos medios, lava por la boca, exabruptos, quiero que me hagan una resonancia de esas chungas con isótopos radioactivos y luego que me corten las venas, a ver que sale (y no saldrá nada, porque me habré metido antes un chute de anticoagulante). (Vamos, que estaré muerto, sonriendo.)
Se deslizaba entre mis dedos. Yo, mientras tanto, miraba el techo.

Me lo dijo al oído un día que el Sol quemaba mi nuca: "No me aprietes". Por aquel entonces yo lo miraba ensimismado, no sabía lo que era y me limitaba a disfrutar de su textura. Era como un tango sin sonido, convertía cada nota del contrabajo en algo que agarrotaba mis manos impidiendo agarrarlo. "Y si me agarrotas las manos, ¿por qué me pides que no te apriete?". Entonces cambiaba de color y yo dejaba de mirar enfadado. Cuando se daba cuenta de que apartaba los ojos, cambiaba de melodía, cambiaba de tango. Solía elegir uno de Piazzolla porque era más rocambolesco. Los contrabajos traían consigo otras sensaciones: parecía que había momentos en los que las manos aliviaban un poco de su rigidez, pero sólo era para que volviera a mirarlo. Después, la mano volvía a ser una maldita piedra.

Cuando me aprendí todas las de Piazzolla se hizo el silencio y mis manos sólo sintieron el aire. Miré entonces mi mano y no vi nada.

martes, 7 de octubre de 2008

No es el pájaro,
No es la niebla
Ni el ratón ensangrentado.
No son los besos sino los huesos
Y el frío tempranero de cualquier otra mañana

martes, 23 de septiembre de 2008

Detrás de mi está, con sus pupilas mirando mi nuca y susurrando en lenguas desconocidas, como si de un hechizo se tratara y no hubiera otros principios por los que guiarse. A veces, cuando el ritmo de la canción es escupido por los altavoces, noto la vibración en el aire y la tinto con la imaginación creando formas que se superponen, apareciendo y desapareciendo sueños. Sin embargo, lo inmutable siguen siendo las pupilas, ahí, en mi nuca. Algunos días soy capaz de sentir qué ropa lleva o si la lleva puesta; otros días noto qué lleva en su mano: un hacha, un pañuelo rojo, la Biblia, el carmín de sus labios o una llave incluso. Siempre ha estado en mi espalda como predicador, como asesino, como promesa, y nunca he tenido miedo a que me cortara la cabeza ni me guiara por la senda equivocada, lo que me asusta cada vez que me siento y le doy la espalda es que sus pupilas ya no estén en mi nuca, intentando cortarme el cuello.

lunes, 22 de septiembre de 2008

No se dónde me encuentro. No veo ninguna cara familiar. Es el mismo frío, es el hielo acosando cada trozo de piel desnuda. Cuando se siente con fuerza incluso piensa que sería fácil torturar mi mente. Lo intenta. Entonces yo me odio porque cuando entra y apaga las luces yo deseo que no se vaya, y cuando es mayor la fuerza por resistirlo a marchar y cuando mayor es el corte que con su filo hace, mejor me siento. Es otro mundo, es el mundo donde las cosas se sienten, duelen, arden, se apagan, explotan, matan, aman, desquician, desangran, torturan y son. En general dicen que no es sano completar textos recuperados de días anteriores, es comprensible dado que no es la misma intensidad ni las mismas ensoñaciones las que mueven los dedos como pequeños martillos, pero después de todo es y hay mundos, algunos se recuperan y otros no, demasiados acaban perdidos.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

videotape

Quieren saber los problemas, pero las cejas de la gente decaen por los extremos aguantando la vergüenza. No está permitido saber ni ser cómplice, pues todos somos parte de la batalla. No es miedo, sí es miedo, no es saber, no es decir ni susurrar, simplemente es y su certeza, puesto que parando el segundo en el que todo fluye también se puede parar el futuro. Y tengo miedo, y soy humano.

El miedo, como si la palabra abarcara el mundo, como si fuera el epitafio de una lápida, demuestra que hay tumbas sin cuerpo y sin tierra, formando extensiones donde lo único importante son las palabras, y si las palabras dominaran el mundo yo intentaría jugar a ser Dios, pero desgraciadamente, seguimos en la misma cárcel que Platón.

Y sin embargo los versos no me quieren y he de conformarme con mera prosa versátil, como todo en este mundo, pasado de tiempo, insuficiente.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Danzando entre callejones llenos de porquería negra, pisando dios sabe que cosas, vale más no saberlo. Mientras se baila, es danza-danza, asirse a las farolas y dar vueltas cuando empieza a llover. ¡No! No llueve, es una vecina del tercero tirando orines a la calle, ¡a quien le importa!

Tecnología encarcelada, secuestrada en un cubo de metal, cuando todo el universo se concentra en un punto que es maleable, manejable, se puede juzgar y que la gente pueda asentir mientras ríe y forma tumultos contagiosos de personas en éxtasis en pleno centro de la ciudad. Todos se miran mientras sonríen como si el mundo se fuera a acabar por fin, pero no se acaba; más tarde, cuando se dan cuenta de que el final solo era una creación para experimentar, han de volver cabizbajos a casa carcomiéndose por el hecho de sucumbir a una ilusión. Tras el día a día, los participantes inconscientes del experimento son incapaces de separar la cualidad ilusionista de cada momento de la cualidad real, así que cuando todo esté suficientemente mezclado, los participantes seguramente volverán a ser tan presos como antes de sus vidas, pero sin la conciencia de estar presos. Esta es la manera en que se puede camuflar la realidad, el dolor y los problemas, ya que si todo está tan mal (o tan bien) es difícil tomar un pedazo de esa realidad sin mutilarla dado el contacto entre las dos superficies suprasensoriales.

Fundamentos para el descontrol del control mental.

Las drogas psicodélicas tienen un poder en potencia superior al de los medios normales. Bastaría asumir que no son perjudiciales para la salud, más allá de ciertos problemillas con las esquizofrenias latentes y centrarse en rescatar la cultura de la psicodelia ya no desde un punto sesentero bañado de hippies, el rescate de la psicodelia debería ser obviando ese marco, permitiendo así la creación de un marco contemporáneo. Deberíamos volver al tiempo de la iniciación personal, de la problemática en las cortas miras de una mente objetiva-controlada. El contacto con la subjetividad de la droga psicodélica, ese profundizar individual en los aspectos “mágicos”, lograría romper el lazo objetiva-controlada. Al romper el lazo existe el peligro de no poder seguir con el proceso de manera adecuada, y serían posibles bastantes casos de subjetividad-controlada por la misma droga, pero efectivamente ese no es el fin que perseguimos. El fin que se busca con el proceso es el de suplantar la objetividad-controlada por una objetividad-descontrolada, partiendo del punto de que el contacto con la psicodelia no produzca la rechazada subjetividad-controlada por droga, sino una mera cantidad de subjetividad que permita el replanteamiento de uno mismo con su conciencia, es decir, que la subjetividad permita la aparición de dudas, dudas que al intentar ser respondidas por uno mismo fuercen de hecho al individuo a ser lo suficientemente crítico y desinfluenciado como para percatarse del control ejercido a su objetividad, es decir, ese coartamiento a la razón de uno mediante la imposición de límites de carácter amansador consiguiendo así que una persona pueda ser fácilmente influenciable sin que esta muestre oposición alguna, dado que desconoce por los límites impuestos.

sábado, 30 de agosto de 2008

Documento 1, no se quien es, más allá del esperpento que supondría para mí verme reflejado en este espejo, así que prefiero mirar de soslayo evitando oír cualquier comentario de la gente. (O hacer como que no lo oigo.)

No escucho más que sirenas, no en las rocas, sino en las calles, sirenas de policías que claman venganza por un quebrantamiento de la ley en manos de cualquier desalmado incomprensible. Nadie salvo el horror es capaz de ensuciar por gusto el buen renombre de este país lleno de gente noble y de corazones de hierro.

Vomito. No hay escapatoria. Las cañerías han reventado y estoy con el cieno hasta los tobillos.

Y que viva el pesimismo! Pero no es pesimismo, no es nada, solo es la entonación de unas palabras mal dichas.

Tengo los pies atados, tengo las muñecas atadas, tengo la garganta ahorcada, los sesos desparramados, la gente ríe, como en una película de vampiros, película mala, sin nada en lo que buscar una cuchilla ya que los vampiros no necesitan cuchillas. Blasfemando contra los ángeles y los arcángeles, menuda panda de idiotas insoportables.

A tomar por culo.

lunes, 18 de agosto de 2008

Angelic Fruitcake

Tenia miedo al venir, temia la incapacidad de comunicarme, temia enfrentarme a una ciudad desconocida con millones de personas desconocidas. Ahora, a tan solo seis dias de volver a mi "mundo conocido", las piernas no consiguen dominar el nerviosismo de la certeza de que hay una fecha de caducidad, para todo tipo de palabras y comportamientos, en donde se establece desde cual y hasta cual punto se patea el camino y desde cual y hasta cual otro el avestruz mete la cabeza bajo tierra.
Tambien es cierto que el objetivo del viaje parecia ser claro: perfeccionar el ingles, pero despues de dos anhos de inactividad habia que hacer algo mas que perfeccionar. Tal vez hubiera sido mejor que no hubieran habido espanholes, asi uno evitaria lo inevitable que es hablar en espanhol con tus conocidos espanholes fuera de clase. Incluso, apartando el tema meramente ling~istico, quedara como un suenho por cumplir volver a esta ciudad solo, sin ninguna extension de Asturias haciendo un nudo alrededor del cuello. Me gustaria que mi nombre no apareciera en las listas a embarcar de vuelta a Espanha, creo que podria aguantar unos cuantos dias simplemente vagando por la ciudad, y despues, dios sabra.
Estos son los instantes en los que cualquier persona desearia dar la vuelta a la logica sensorial del tiempo. Ahora mismo, cuando incluso el cielo encapotado parece decir "te vas, te tienes que ir", cuesta resistirse a sonhar con que cada segundo de Espanha, aqui fueran tres mil quinientos cuarenta y ocho.
Un muro, enorme, de piedras de colores, enormes cubos de genuino brillo cromo, apilados junto a cada una de la toneladas sin dejar pasar el aire de un lado a otro. Me estoy anudando cuerdas a los tobillos, cuerdas que encuentro tiradas por la calle y cuyo "otro" extremo esta perdido en el mundo. Y cuando me pongo a caminar ni siquiera siento temor de que la cuerda haga tope y me vaya de bruces al suelo. Estoy demasiado arriba, no me temo ni a mi mismo.

domingo, 10 de agosto de 2008

Leer y perderse en las letras que van resbalando por las pupilas, fusionar un carrete velado con la sensacion de estar esquivando el suenho.

Si no fuera el despertar de un pajaro, el frio se daria la vuelta, seria un pijama del reves con las costuras esteticamente confusas por fuera. El frio y el calor con el invierno y el verano, no de la mano, practican las palabras lanzandolas al viento, estirando los sentidos para reconstruir un trozo de cielo. Confunden las palabras, ellas siempre confunden, pese a que son para aclarar y no confundir con frecuencia se retuercen llorando en un idioma nuevo, compuesto del abanico de sonidos que puede crear el viento entre las copas de mil manzanos. Parece un idioma limitado por dos partes tan palpables como viento/manzano, pero por contra, transladandose uno mentalmente bajo esa tibia atmosfera del bosque en un dia soleado pero ventoso, se da cuenta de que no hay ninguna solucion palpable ni sustancias limitantes, solamente un amasijo de trazas infinitas, divergentes, eternamente dispuestas de tal manera, que cualquier persona en cualquier momento tenga la suerte de ser consciente de que jamas (JAMAS) las habia escuchado nadie en esa disposicion hasta ese momento. Ni jamas nadie volvera a escuchar la misma composicion.

Manzanos/Sol/Viento/Recuerdo/Pueblo/Ninho

martes, 8 de julio de 2008

Acabo de entender, acabo de comprender, acabo de percatarme de todo el tiempo que he perdido este año. Acabo de comprender que me he tirado todo el tiempo buscando en el lugar incorrecto. Acabo de darme cuenta de que detrás del cofre estilo-caja-de-Pandora no había nada. He amenizado la ceniza de una vara de incienso. No, no. Nada.
He pasado las horas pensando que no estaba solo, he pasado los días, pasado, tirados, escupidos, a la basura. He aguantado un curso entero por menos de seis horas, por menos de cinco, siempre esperando cinco minutos más, pero no, no, nada. Escupidos.
Y ahora que me doy cuenta de que estaba tan solo, ahora que me doy cuenta de por qué mi pesimismo es tan científico, ahora, es ahora, cuando debería escribir “ahora es cuando de verdad me siento triste”, pero solo puedo decir que me importa una mierda. Ahora, ahora que me he dado cuenta de que he fracasado como persona, ahora es cuando menos me importa la añoranza. Porque el problema, dulce problema, es que yo no he perdido nada. No he tenido oportunidad de perder a nadie, solo ellos la han tenido.
Siempre, siempre he estado solo, solo he amenizado. Amenizar, como patos amarillos en un tiro de feria, bonitos, extraños, se mueven, a ver que te dicen, a ver que te cuentan, no salgas tú de esa bolsa de plástico duro, los patos te susurrarán al oído conclusiones metafísicas sobre arcanos problemas de tres frases que se repiten hasta la saciedad. Tanto tiempo, demasiado tiempo, y me doy cuenta ahora. Joder.
Y ahora, incluso dudo de que la cara sea real, porque no encuentro en mi cabeza nada, absolutamente nada que pueda recordarme por qué creé una idealización sin cimientos. Realmente no hay motivos.

Tal vez sólo esté gritando.

Yo no se leer en los ojos de la gente, voy dando palos de ciego sin saber lo que busco hasta que lo que busco me encuentra. Por eso siempre estoy perdido, por eso todo me importa tan poco y cuando pasan los siglos y sus acontecimientos afirmo: “ves, tenía razón, otra vez y nada.”

Y ahora, justamente ahora, he visto pasar diez siglos por mis raspadas pupilas, y al ocaso del décimo, me he quedado incómodamente atascado porque aún no ha acabado.


Así que como la esperanza es tan tonta y como yo no la dejo escapar, se quedará a mi lado, hasta que el décimo mes termine y pueda acabar o no acabar este inicio de año.

miércoles, 2 de julio de 2008

martes, 1 de julio de 2008


Entre espacios silenciosos de dos segundos se disponen inmóviles, ellos son quienes aguardan las guerras y las catástrofes mientras el mundo respira tranquilo. Son ellos quienes se desangrarán por la tierra, dándole fertilidad por cada una de las gotas derramadas. Se mantienen inmóviles mientras el suelo cruje y se retuerce intentando tragar a todas las personas que una vez desearon que les tragara la tierra. Una vez y otra, sin descanso, solo esas pausas de dos segundos entre trama y trama, clasificando todo suspiro humano mientras se alejan de la humanidad. Inhumano y humano perdido el silencio entre los cuerpos inmóviles, pupilas inmóviles, palabras inmóviles, el mundo se torna color perla filtrando las nubes del cielo.

Las colinas verdosas con su capa de escarcha en la mañana y el aire frío, silencio infantil, esperando el sol de las nueve para fundirse en azul perpetuo. Hasta que se descosa la vida en un nuevo atardecer, muerte, dejándose en manos de la noche y sus secuaces, y el hielo que a la mañana siguiente se vuelve a fundir en la yema de los dedos.

Todo está en la yema de los dedos.

martes, 24 de junio de 2008


He recordado los motivos que cambian los planteamientos. Suele ocurrir que cuando me voy a cualquier lugar alejado de este antro, sé que voy a volver. Da igual lo maravilloso que sea, porque tendré que volverme a encerrar sin probar las oportunidades que el lugar alejado ofrece, o no. No habrá paseos por los barrios antiguos, no habrá gastronomía típica y seguramente ni siquiera un banco donde sentarse bajo los árboles de un parque. Es por eso, que para irme a Madrid o a cualquier otro maravilloso lugar, he de concienciarme de que volveré y de que de nada servirá enamorarse del calor, de la suciedad impregnando las paredes de las calles, de las tiendas obsoletas con una tapia de madera al lado de otras absolutamente modernas, del cielo, de las zonas laberínticas, del metro, de los millones de personas, de los hirvientes pasos de cebra, de los pisos de locas que ponen tabiques para hacer habitaciones-zulo, de los colores, de los idiomas, de los pensamientos ensimismados.
Supongo que el problema es que los lugares alejados de este antro también saben que voy a volver y que jamás me podré enamorar de ellos.

Y anoche, el chisporreteo de las llamas (escasas), suficiente para quemar los propósitos y despropósitos, siendo también suficiente para saber por qué no me debo encandilar de esos lugares alejados cuando estoy tan cerca.

sábado, 21 de junio de 2008


ADORO ese aire, sobre todo en la noche, gusto afrutado, especiado y cálido, seco. Adoro a los amigos de mis amigos y aquellas interesantes conversaciones sobre todo y sobre nada. Parecía una vida trascendental, parecía que algo servía de algo.

Luego, como siempre, volver. Volver y olvidarse de lo que está ahí afuera y todo lo que me pierdo. Volver a las palabras yermas y a la insipidez del corazón. Gente, gente, millares, iguales, caducando mis pasos por las calles que, cuanto más de noche y más solitarias están, más bonitas son.

ODIO este lugar, sobre todo en la noche, cuando la franqueza de la soledad hace que la conciencia susurre “no, diego, no todo está bien, nada está bien y tú te estás muriendo en este lugar”. Sonriendo, como si no me importara tres mierdas lo que dice la gente, como si hubiera algo interesante que sacar de este infanticidio del Shabbat.

No hay nada, nunca ha habido nada, y debería ser este el momento en el que acabar con esta maldita esperanza que sólo consigue que no me rinda y que continúe con esta absurda tortura china.

Pero se acaba el sábado, se acaba la semana, y todo vuelve a comenzar otra vez más.

Me volveré de corcho y con cara de poker.

martes, 17 de junio de 2008

Puede llegar de golpe, sin haberlo esperado largo tiempo, o en todo caso habiendo perdido la esperanza de recuperarla. Cuando las sílabas están anudadas al cordel de la música, en ocasiones se hace aburrida la espera, llegando a un momento en el que dejas de buscar y no esperas encontrar. Paradójicamente, puede que un día cualquiera recuperes algunas fuentes de sílabas que alguna vez decidiste tener, pero que no lograste debido al imposible o el erroneo planteamiento. Así como ellos rezan por que no se acabe el petroleo, yo prefiero rezar por que la música no desaparezca.
Necesito el taladro para liberar la presión intracraneal.
Oído y tibieza. Mordiscos envueltos con las sábanas y la piel, enfrentados a cirros ardientes. Piel de gallina y diamantes de hielo. Lucha el frío contra el calor cuando el cuerpo yace sobre la hierba, a los pies de una magnolia, su madre, mientras los pétalos blancos caen hasta sepultar los párpados. Son cirros, ellos que se clavan en los tobillos, quemando mientras el dolor sonríe. Cristales hasta que llega el frío; entonces se derriten.

Cristales de hielo
que lo sostiene,
pero más sencillo, ladrón.
Justo.
Justo.

"Este periodo corresponde a la muerte carmesí, yacer cuerpos en las calles sin vida anterior al fracaso. Aliento que descubre si uno aprieta el gatillo. Efectivamente, si todos matan, la ciencia no muere."

Pero encuentra, no antes sin dolor, la planta de adormidera en el pecho de su mejor amigo. Pero sólo es carne y él sólo un cuchillo; nunca vio al Sol gritarle que aquello fuera malo, nunca escuchó al arroyo decirle que aquello fuera dolor, jamás le susurró una brizna de hierba una palabra sobre la envidia. Lo hizo por amor, era lo único que conocía.
Resultó que el Sol, el arroyo y las briznas de hierba eran imbéciles.
Intentó respirar tierra, la tierra que se descomponía bajo la magnolia, allí donde dejó muerto a su amigo. Entonces se ahogó.

"Mienten, ellos mienten, susurran. Oídos, tibieza. Se enlatan."

lunes, 9 de junio de 2008

Dicen que solo se hace camino al andar, pero yo creo que en el desierto y con el cielo encapotado lo más fácil es perderse en su inmensidad de dunas. Son dunas que se mueven, aparecen y desaparecen, es imposible hacer camino al andar, andando solo se prolonga la agonía aunque se intente salir del desierto describiendo una linea recta. Los pájaros no se adentran en ese mundo estéril y el maná debe de ser un cuento de hadas, no hay ruta, no hay nada, solo millones de granos de arena más por cada pisar de un pie descalzo en el suelo hirviente.

Al menos la noche es fría.

sábado, 7 de junio de 2008

Un paso. Dos, tres, incluso cuatro. Acercándose al precipicio de la navaja, derrapando en su filo, sonriendo sin sonreir. Harto de la metáfora sobre la metáfora, ya había escrito de qué trataba la levedad del ser, del estar y del parecer. Perecer y asfixiarse con lo invisible, nudo de corbata engrasado, nada como volverse y justificar en interminables justificaciones lo efímero. Quince pasos que se saltan a la torera. Olé.

viernes, 16 de mayo de 2008

pink black


Un peso que se desplaza a la derecha junto al tiempo. Un peso que se desplaza a la izquierda enamorado del pasado. Mientras, junto a la eterna humedad de los bosques, una palabra que se convierte en arbusto y un deseo que se convierte en impulso. Pudiendo enmarañarse en lo que piden los ojos, parece esquivar la soledad del otoño. Que triste que este se conforme con la mera intención, nunca logrará confiar en la hojarasca. Y es que parece que nadie desliza ya cartas bajo las puertas de hotel, es tarde para buscar comparaciones propias del siglo diecinueve. En estos tiempos, estos minutos ocupados por la desidia de lo mal intencionado (aunque sea bien intencionado), no se estremecen ni los labios que a medio palmo sienten el ajeno tacto de otros labios. Estos tiempos son los de imaginar como será lo que nadie pide y todos buscan, como sería no engañarse con bombas de confeti y encontrar el regalo que se ha ansiado para el día de reyes, bajo el árbol. Mientras siguen los jueguecitos de los geos con sus cartas, alguien muere en Somalia pretendiendo pagar un rescate por una estufa.

Nadie espera un bombón que el aire impulsa cuando se aburre el tiempo, realmente nadie espera convencer de nada mientras chisca con trazas gelatinosas de licor de cereza, mera provocación la que busca provocar, como si hubiera estado bien concebida para convencer a quien desconfía de la sombra de un abeto. Quien navega hasta el centro de la tierra se pierde frente a las rocas, que son infructuosos intentos. Intentos de nada y de todo, como el mar y su ventisca, como el hielo y su deshielo.

lunes, 21 de abril de 2008

Cae un gato del tejado,
la vieja tiende la ropa,
los colores anochecen
y la luna se confunde.
No era ayer el gran intento,
era hoy el pasatiempo:
piedras sueltas,
mala suerte
y los niños que gritaban:
"¡ese loco, ese loco!"
grito seco amortiguado;
la campana de la iglesia
repicando oculta el nombre.

A nadie importa la certeza,
nunca pesa más que el odio,
odio simple y fácil mueca,
sin certeza actua el hombre.
Y eso por eso que los niños,
sin saber quien era el loco,
apalearon a la vieja:
"sólo brujas tienen gatos".

jueves, 3 de abril de 2008

Se lo traga el silencio más allá del ruido, descubriéndose cuanto mayor sea el grito que lo busque. La desesperación es su madrina, antagonista de lo templado, dado que solo permite los extremos del abanico. Nadie sobrepasará el antiguo límite sin que palabra se convierta en locura, pues nadie es capaz de pensar más allá del entendimiento estable y rutinario en el día a día; sílabas mediocres, frases mediocres, interés mediocre, soledad mediocre, tristeza mediocre, insipidez plena. Entender esa insipidez, la imposibilidad de apreciar y buscar una compañía cualquiera, solo es camino hacia la locura. Cuanto tiempo, cuanto tiempo desde la última vez que me dije que solo acabaría esto cuando conociera a alguien como yo; y cuanto, cuanto tiempo desperdiciado en tiempo burlado al tiempo, tiempo que disfrazándose de alcohol se sentía humano simple, común denominador de lo efímero.
Pues tras cada trago, un trago de realidad se desmoronaba por el estómago unas horas después, y la vocecita en la cabeza no podía evitar su socarrón "no se acabará nunca" mientras intentando comprender mataba el tiempo y la literatura infantil.

domingo, 16 de marzo de 2008

16-03-08

Sujetando la cabeza en su sitio, intentando describir de dónde procede la contradicción. Cabeza efervescente que siente que hay algo increíblemente maravilloso que expresar, inmenso y sin igual, pero que sintiendo la posibilidad de hacerlo sólo descubre su incapacidad. Palabras vacías, aburridas, expresiones repetidas, cayendo una y otra vez en lo vacío, en las palabras que parecen bonitas pero que no aportan nada más a lo repetido durante años. Tal vez el estancamiento llegue a todos los niveles. Hace dos años sentía cada palabra y cada frase por muy mal escrita que estuviera, y ahora una frase ha de ser tres mil frases con tal de que sólo una tenga la mitad del sabor que cualquiera en el pasado. Estoy sintiendo una involución de objetivos, aunque puede que sea sólo arrepentimiento por la decisión de quedarme en esta tierra del norte tan suya, donde nadie dice ser quien es y donde nadie es quien puede ser. Estancamiento sin parangón en la comodidad, y la triste falta de ideas es lo que siento que asola estas tierras; por supuesto que hay personas y problemas, pero no hay nada útil que invertir en ello, sólo son temas de un libro cuadriculado en la cabeza y unas tablillas de barro que recogen las normas correctas de conducta en la aldea. Una Asturias decadente dónde la decadencia sea tal que nadie se percate de ella, tal vez futuro incierto o incluso el pasado que arrastramos. En un sitio dónde no exista la posibilidad de importar nuevas ideas, nuevas motivaciones, sólo crecerán hierbajos y los sencillos animales que se alimenten de ellos, nada más si no hay evolución posible. La solución más inteligente y más cobarde sería huir del sitio dónde el opio vive un sueño y establecerse donde el opio solamente sea opio.
Las ideas rejuvenecen en las multitudinarias urbes, aparecen y desaparecen, se transforman, pero jamás mueren. Una urbe es una enciclopedia de las ideas, es una enciclopedia del ser humano, es una colección de imágenes recurrentes necesarias para la maravilla o el tedio. En una ciudad pequeña, en un pueblo, ya existe una enciclopedia limitada a unas pocas razones y difícilmente ampliable: pertenece a los límites que proponen lo socialmente correcto por mera convicción en que sólo es lógico y verdadero aquello que la costumbre convierte en rutina popular. En las urbes, los cambios en las ideas están influidos por el creciente movimiento de masa popular desde distintas zonas del país, del continente y del mundo. La urbe es el centro de reunión de la variedad en un país, la urbe es su centro psicológico de vanguardia, así que dado eso, es lógico pensar que en aquellos sitios que se encuentran alejados de los centros de vanguardia, el estado de las ideas se limita a un círculo cerrado donde solamente algunas partículas derivadas de los medios de comunicación y de la publicidad, en conjunto con lo poco influyente que pueda ser la inmigración, se logran acoplar al ciclo. Desgraciadamente no sería correcto hablar de idea en si, de idea pura, sino más bien de algo que provoca un cambio estético, mental y decorativo, pero que por otro lado no modifica en absoluto el sustrato cultural o social puesto que no hay ruptura en la rutina popular de lo socialmente correcto.

lunes, 10 de marzo de 2008


Sonido de teléfono.

También las migajas de galleta con chocolate parecen aburridas frente a la pantalla. Miguillas esparcidas que no esperan ninguna carta, ninguna persona ni ninguna promesa. Esos trozos incompletos solo se deben a una forma más organizada como era la redonda galletita recubierta de chocolate. La galleta caducó, al menos sí caduco su estancia en el paquete.
De la misma manera en que unas migajas se aburren sobre la mesa, ¿qué decir del papelito con nombres de canciones, de la goma de plástico, de un mando obsoleto, del documento1 de Microsoft World, de las 22:12 o de la figura que no refleja la opaca superficie del monitor? Ellas, todas ellas, sienten por igual o dejan de sentir lo mismo, la única diferencia es que una de ellas puede ser más que lo que vive. Puede, porque también puede salir a la calle y encontrarse un billete de 500 euros sobre la acera. Puede porque también puede ser asesinado en la esquina. Puede porque la diferencia entre una letra u otra solo reside en el azar físico unido al azar psíquico.

De entre las personas
la sombra,
cabizbaja y resentida,
jugando con las piedras
pretendía olvidar el agravio.
Ser sombra en la noche,
desaparecida en el sol.
Otras disfrutaban de la calidez de un cuerpo,
ella solo podía sentir el frío de su dueño,
Pobre dueño que en la tumba vacía yacía.

Necesito un trago. Y un coche. Dinero para gasolina, coger la autovía de la Plata y perderme por Madrid.

Y encontrarme por Madrid con un amanecer cualquiera, sentirme figura escuálida comida por el silencio en la Gran Vía. Pasear teniendo sólo en cuenta donde está el norte y donde el sur. Vagar mezclado, entremezclado, allí donde no necesito ser nadie y donde no me siento nada más que otra mota en el mosaico interminable.
Necesito un poco de pausa desenfrenada. Necesito pensar mientras dejo de pensar. Catalogar caras y voces en una de mis variadas carpetas C/.

Necesito recuperar la confianza que he perdido hora tras hora en este estúpido inicio de año.

viernes, 15 de febrero de 2008

domingo, 10 de febrero de 2008



"Está bien, no te doy miedo, lo he entendido... pero creo que estás un poco loco y... eso compensa tu situación."

martes, 22 de enero de 2008

¿O no?

Si peco, peco de optimista iluso,
pues pesimista de pesimismo absoluto
nada pierde,
nada teme,
si nada pretende encontrar.
Y si el corazón bota,
bótelo usted de su asiento,
pues si sabe que encontrará vacío,
en vez de en la estacada
mejor que tome el aire bajo un ciprés.


domingo, 20 de enero de 2008

Space Dementia

“Dos pasos hacia delante y tres hacia atrás. Carai, que silencio hay en esta oscura calle, solo la Luna ilumina resquicios de baldosa. Bueno, la Luna y algunos neones desperdigados de cloacas alcohólicas, de todos modos sigue siendo mucho silencio para tanto borracho. No sé cómo los árboles sobreviven a estas noches de atmósfera de cemento. Supongo que de día se desabrocharán los arneses en su peculiar lucha de ver quien llega más alto.
Qué curioso, hay un bar cuyos neones no funcionan, sin embargo la melodía que llega a mis oídos es dulcemente atractiva. No es música para un bar de borrachos, tal vez halla algo interesante que ver.”

Baja un escalón, empuja la puerta, entra, cierra la puerta. Observa una especie de cortina que le impide ver qué hay detrás. Melodía deliciosa, extraño olor. Busca la apertura y no la encuentra. Se da cuenta de que tras él ya no está la puerta conocida, solo hay cortina, translúcida cortina interminable. El techo y el suelo también son la cortina. Está flotando, rodeado por esa fina tela pálida. Pronto se da cuenta de que la melodía no es tal, está escuchando sus propias palabras, escucha lo que va a pensar un segundo después. Se asusta. Tampoco siente el curioso olor, no hay olor. No está en ninguna parte, está solo con sus palabras mentales enlatadas.

Grita su mente, grita su voz. Todo el sonido concentrado en una pompa estridente. Se resquebraja la voz, estallan los nervios en su pecho. Grita. Grita. Grita, y su mente deja de gritar. Grita, se ahoga, y sus ojos están clavados en la puerta cerrada. Sus pies están en las oscuras y sucias baldosas. Su mano, sobre la manilla de la puerta, agarrándola, quemándose de duda.

lunes, 14 de enero de 2008

[[[Me estoy perdiendo,
incrédulo péndulo abismal
que se viste con ropa naranja,
amasas fortuna en dinero que prendes y agotas en pasta.

"¡Estás loco, carajo!"
"¡No encontrarás la respuesta!"
"¿¡Qué péndulo!?¿¡De qué hablas!?"

huurl, Buen vomitivo y buen motivo el ocultar tras la pared,
desenfreno y maaaaquinas expendedoras.]

Necesario desahogarse de la primera manera que se ocurra,
solo así se suplanta desánimo por ilusión exprimida, que no concentrada,
ya que esta mantiene mejor sus cualidades nutritivas, favoreciendo la vida y la patria.

UUUps!!]]


Y quien pudiera saber...

jueves, 10 de enero de 2008

Me van a estallar los sesos, no puedo dejar de mirar. Quiero escribir la maldita canción más bonita del mundo, estrellarla en mi alma y que pueda consumir todo error e insensatez. Mierda, hubiera deseado desterrar esa parte de mi ser, siempre lo he deseado, los malditos impulsos y la comodidad del viento que pasa a toda velocidad sobre los corazones de una cena. Debí darme cuenta antes, en el momento en que añoraba una palabra más mientras tendía escaleras al desván de lo añorado. Miré a otro lado por vergüenza, por la infidelidad a mi propia alma; me conformé con unas palabras cuando observaba el mundo en verso. Me observaba a mí y te observaba a ti. Ahora sueño despierto, tus pupilas me van a desangrar.

No puedo respirar. Malgasté tus palabras y ahora me ahogo en la vergüenza.