lunes, 30 de marzo de 2009


Detrás de cada nuevo sombrero hay una oscura intención de poder manejar al antojo las variables independientes del tiempo. Algunos lo saben e intentar dar alarde de ello, maquinando contra los besos, labios hastiados del rugoso tacto de los cristales de azúcar. Es por ello que algunos se llevan el sombrero al pecho a la hora de saludar a cualquier fantasma de las navidades pasadas, siempre se les va el santo al cielo y mientras que ellos miran desconfiados, otros gritan al oído con desbordante alegría: “¿truco o trato?”. Bah, todos son juegos de infantes gordinflones de tanto azúcar y bombones de licor de cereza, son como las mentiras de prensa, noticias a medias.

¿Dónde estaban cuando se derrumbó mi edificio, cuando me caí al estanque aquel?


Jóvenes precursores de la escritura acomplejada, alzar las voces contra el viento y contra el hielo, nos deben estufas y fuego para no morirnos de frío. Ellos, ladrones fantasmales de tiempos ancianos, son la causa de que la desidia placentera de lo confortable abandone a los hijos del ocaso de Octubre. Hijos de la niebla, del ocre de los pasos, como los bosques estancados en la enfermedad del deseo.


Que en el ocaso de Abril no nos ahoguemos en la lluvia los hijos de Octubre.

martes, 24 de marzo de 2009

“Hablaremos del tiempo y acaso del gobierno, y trazaremos nuestro magno plan y a una estación sucederá otra igual…”

Cuando borran tu pasado, pasando la goma sobre los trazos de grafito, tiemblan las piernas. Parece al principio que te han quitado el aire porque, ¿dónde quedan las pruebas de que uno vivió la vida mucho antes y con aquella intensidad? Estoy seguro de que es miedo, al fin y al cabo la memoria acaba reorganizándose y buscando nuevo espacio a lo nuevo y empaquetando a las viejas memorias en cajas de cartón. El esfuerzo para ponerse ahora a desempaquetarlo todo y cerciorarse de que porque te quiten las letras no te quitan el aire es demasiado grande. Sí, mejor que el pasado pertenezca al pasado, al fin y al cabo el mejor recuerdo de nuestro pasado siempre es en lo que nos hemos convertido, lo que somos, lo que creemos ser. Otro tema es que seamos o no seamos lo que creemos ser, que la gente nos miré como queremos que nos mire o que nos mire como no queremos que nos mire. Sí, definitivamente sentí miedo, miedo de que por perder los trazos de grafito, por perder mis inicios, ahora fuera incapaz de saber quien soy y no poder juzgar entonces cómo me mira la gente.

Tal vez no sé quien soy y sólo sé quien fui, aquel ciudadano eliminado, aquel dolor hasta los huesos, hasta los besos. ¿Fui en lo que me convertí?¿Fui lo que era?¿Soy lo que fui?¿Quién soy yo?¿Qué espero de mi?

Creo que he estado tan ocupado en pasarlo mal y construir mi castillo de naipes con dolor que pensé que el dolor y el proyecto megalómano del castillo era todo lo que era y todo lo que podía ser mi destino. Pero la creatividad no puede ser el pozo sin fondo de la tristeza, ni se puede explotar la tristeza de uno como musa de algo mayor, no durante tanto tiempo sin llegar a ser enfermizo.

Y ahora se acaba la tristeza y llega la felicidad hasta cotas casi irreconocibles, pero entonces se acaba la musa, el proyecto megalómano, mi coraza, olvido mis mantras, pierdo mis escritos y aparece una nueva pregunta en mi mente:

¿Quién soy yo?