miércoles, 10 de junio de 2009

Lent et grave

El acuse del recibo no concibe la voracidad del empapelador de paredes gris-violentas.

Con la mirada blanca del Tractat, de ningún lobo observan que pueda escapar si la puerta de la cocina no está abierta. De trozo negro y pelos de los brazos anticipando la lluvia del tres de agosto, casi treinta y uno sin que aún nadie saque las patatas de la tierra.

Soy basura de metacrilato, debes escribirlo cinco mil veces y cada vez tendrás que hacer una Te diferente.

El misterio no está en el agua, maldita furcia psicología.

No sin antes desaparecer del techo, mariposa. Sí, murciélago embebido al revés. Intentarás prender los cordones del adalid celeste y sujetarlo en Orión. “Desgracia”, llama al señor, “pesa mucho la composición singular y mecánica de sus pasos”.

Hablaban de pasos cuando querían hablar de la guerra infinita, margaritas por palomas muertas, música por eugenesia antropófaga. Mundo triste que te prendes de Orión, no decaigas hoy, por favor. Espero que la mañana sea la de mañana y no la de ningún otro bribón. Mundo, agárrate de mis talones con fuerza, yo te levantaré y no podremos caer sino es el uno con el otro.

Para quien te dijo que no fuera lo.

He asistido tantas veces desnudo a mi muerte, no se dice en los ojos y hay ojos, sin embargo, muchos ojos. Adoro sus ojos, de todas y cada una de ellas. Me gustaría aguantar la mirada hasta que se posen las nubes sobre el Sol y no se vea nada (nada más que ojos), es lo único que importa cuando la sangre anega la bañera, las pupilas.

Te echo tanto de menos, mundo triste. Tu textura era más suave que los pechos de Israel. Mundo, yo, suelta a Orión y agárrate a mis botas de fieltro, así no tendremos problemas con la nieve; es hora de que yo sea el momento anterior a la huida. El desazón del croar agudo del piano es veneno con miel, son sus pechos, Israel.