miércoles, 30 de septiembre de 2009

Me despertó mi madre al tiempo que sonaba el despertador, maravillosa coincidencia. Mi madre se fue y el despertador siguió sonando hasta que se cansó de esperarme. Intenté evadirme de la cruel responsabilidad de levantarme abrazando la almohada; cada vez que mi madre decía en alto mi nombre la apretaba un poco más, intentando mantener vivo el hechizo del somnoliento. Tras 20 años de vida he de decir que nunca me ha funcionado esa técnica y que, sin embargo, es ya un tic imperturbable en mi comportamiento. Omito cualquier mención a reforzadores positivos o negativos, demasiada redundancia.

Como veis (tiendo a generalizar, pero soy yo el único que me leo y me doy cuenta), esto es más yermo que el estómago de un niño sudanés.

lunes, 7 de septiembre de 2009

19.23

Aún recuerdo esa playa como si fuera ayer el día en el que la arena se me metía dentro de los calcetines. Que mentiroso que soy.

Por dios, nunca he estado en esa playa y nunca comprobé la salinidad de aquel otro océano. A decir verdad, todas las caras que guardo de entonces en mi memoria son mentira, las miradas femeninas las fui diseñando una por una para encontrar pautas lógicas en la interpretada estructura de atracción y de salvación. Las sonrisas no fueron sonrisas, fueron muecas, comunicación no-verbal sin transcendencia. Las sonrisas que idealizo no existen, como tampoco existen las miradas que logro transformar en otrora películas de culto. He logrado sobrevivir, no se cómo, creando una cascada de agua como pantalla para vivir por detrás, como en los “pasos” de las películas del oeste, la cueva, el camino más corto, el lugar de la emboscada. Pero de qué vivir ahora si toda una vida ha sido entretejida con gruesos hilos de algodón rojo para que se sostenga, manteniendo que la idealización y la magia tienen que ser partes indelebles de la vida y qué sin ellos estaríamos muertos, o peor aún, incompletos.
Hoy me he despertado en un mundo sin magia, llano, simple, donde sufrir por pensar que puede haber algo más, una chispa, una vida, pero donde lo único que queda es la vacía intención de llenar impulsos naturales con abstracciones. No es lo mismo tener la capacidad de abstraerse y pensar sentimientos o construcciones que sentir sentimientos. Yo soy capaz de pensar sentimientos en un proceso largo y tedioso pero, sentirlos, por Dios, hace ya muchos años que no logro sentir nada. Eso sí, no puedo evitar idealizar cada mirada y cada gesto, como si por ello fuera a convertirme en “más humano”, o como si por arte de magia pudiera existir otra persona que fuera capaz de abstraerme a mi de este mundo.