No hay fuerza superior,
ni hay fuerza inferior
al escarnio de sentirse
impotente,
en un mundo que sigue
girando y gritando
entre alocados destellos
de vida,
mientras la sala de espera,
purgatorio de la ausencia,
machaca cada segundo de vida
con otro segundo más
malgastado.
jueves, 4 de febrero de 2010
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