martes, 27 de abril de 2010

“Más alto no puedes escalar, ¿verdad?”.

-No.

“Y los valles a atravesar, ¿son los más frondosos del reino?”.

-Sí.

“Entonces, ¿de qué te preocupas? Estás en la vida y ese es tu sino. Debes luchar por conseguir las palabras mágicas. “¿Cuáles son?” te preguntarás, mas no hallarás en mí respuesta alguna: debes encontrar la tuya propia. Nadie vive sin luchar menos aquel al que todo es dado, pero ese ni siquiera conoce aquello que ha conseguido porque conseguir es cumplir con uno. Tú estás despertando de un mal sueño mentiroso y embriagador, y eso es bastante, ¡créeme! Bastante valiente eres ya por mirar a la cima más alta, no te obsesiones si no la alcanzas, la intención la habrás cumplido con creces. Tú eres el hombre hecho hombre, con riesgo, prescindidor de comodidades, evitador del sexo manchado de nostalgia, inventor de la palabra nueva y redescubridor de la vieja. Te estás volviendo hombre nuevo en esa lucha contra ti mismo y lo establecido en el engaño. Tienes los recursos, odias los recuerdos y eres consciente de que morirás joven. Ves al Sol a tu izquierda y suspiras, pero es un Sol auténtico el que anhelas, no es de mentirijilla ni de cartón piedra, ilumina y calienta porque es inalcanzable. Lo inalcanzable siempre es bendito, pero lo bendito siempre será eternamente alcanzable mientras seas tú el que lo describa. Tú construyes, tú alimentas el mundo, tuyo es el poder de Ser, ese que es el mayor de todos los poderes sobre la tierra.
Y no pienses que yo te tiro flores: no se aún qué es eso. Cuando la gente habla de flores piensa en flores de un día, pero mis flores únicamente son eternas.”

- A veces pienso que si no fuera por ti, ego mío, este mundo sería excesivamente frío y duro para la piel que me mantiene con vida. Y aunque no siempre tengas razón, yo siempre te he creído. Por eso he logrado llegar hasta aquí. Por eso he aprendido. Creo que muchas veces me has engañado guiándome hacia el abismo, pero todo ello tenía un fin, tiene un fin, y los dos sabemos que en este mundo el fin sí justifica los medios. Te conozco porque somos dos y uno sólo. Y se que tú no eres suicida alguno, pues nadie amó nunca tanto la vida como tú has hecho.

lunes, 26 de abril de 2010

Entre los pesos del diálogo sin diálogo no hay más peso que las manos que sostienen la posibilidad de tocar aquello que no existe en las palabras, sexo consumado. Es intención resquebrajada que trabaja para un fin, cuando debe de ser un fin en si mismo el hecho de hablar.

Muchos se sorprenden a si mismos cuando, tras gritar a los cielos y los infiernos que las palabras estaban ya todas dichas (mejor callarse que hablar callado), aparece la posibilidad de hablar lo hablado todas las veces que sea necesario. Pero hablar sin hablar no aporta nada más que lo que se busque con las palabras. Es instrumento para, no fin en sí mismo: es un fracaso. Aquel que con premisas interiorizadas no vuelva a hablar “en posibilidad” de nuevas palabras, estará pretendiendo utilizar el fuego para lavarse la cara. Y quien se lava la cara con fuego deja de reconocerse al espejo.


Hable si hablar le trae nuevas palabras. Hablar desde el pasado dogmático es un querer y no poder tener palabras, es conformarse con lo que pueda depararle abrir su boca cotidiana, pero en la boca abierta las moscas de la complacencia dejan las huevas de la mediocridad para olvidarse de la creación perpetua. Sólo el que crea no muere nunca porque sólo somos en lo creado y sus ideas. Aquel cotidiano que viva sin crear y sin destruir, absorbido por la cultura del cemento, estará más muerto que vivo y solamente será instrumento inconsciente del mundo.

domingo, 25 de abril de 2010

tiger fur coat

Raro brilla porque se quedó sin brillo hace muchas noches. Entonces, menos que nada es más que todo lo posible, y así brilla como la polilla que se calcina con el fluorescente. Pachuchita, aplastadita y con ojeras de fumar demasiada naftalina deja pasar los días, días demasiado cortos, empaquetados como chicles que han perdido sabor.

Raro tiene suerte, había antes un fluorescente que siempre le calcinaba las antenas. Lo quitaron. Ahora Raro es capaz de ver su propia luz de nuevo. Piensa en volver a ser feliz después de mucho tiempo y cree, que la primera de las premisas debe de ser que quemarse las antenas, nunca más con bombillas, "y sólo si no queda más remedio”, con solecitos.

Incluso parece que tiene sentido común, Raro, después de tanto tiempo y chamuscarse con la inocencia de estar cegado. ¡Los fluorescentes ya están pasados de moda!
Al final, toda historia es escrita por piedras que se sueltan del asfalto, el grijo que, paso a paso, se revela contra la brea que termina escupiéndolo. Porque es fácil terminar escupido, todos somos trozos de carne entre dientes ajenos, sólo que muchas son más finas que las bocas de los jubilados, y sin sentir ruido puedes encontrarte al lado de la alcantarilla, asfalto, junto a los plásticos imperecederamente sucios.

Sin embargo, por eso me gusta tanto ser humano: me reciclo una y otra vez sin miedo a sentirme sucio, porque esa suciedad no mancha y sin embargo sí que embriaga.

sábado, 24 de abril de 2010

Siempre son los ojos, siempre.

Bajo cielo y bajo infierno, incluso cuando las flechas no tienden hacia el ocaso.