viernes, 19 de noviembre de 2010

Quítense los sombreros de copa


Insinúan que nosotros carecemos de ideas, que los semejantes desdeñan el arte, que la grandeza del sino universal del hombre es algo que nos produce disonancias […]

No podrían estar más equivocados. Frente a su creación uno debe comportarse, asumido el hecho de que toda aquella savia derramada termina energizando los engranajes del mundo debajo del suelo. Los sillones caoba de la sala púrpura llena de humo son lugar palaciego; siempre asisten montados en su atmósfera a todo momento importantísimo en el que la vida del hombre debe, ‘otra vez más’, ser salvada.

Bajo las pisadas retumbantes del peso del nombre de Toga, toda una historia recorren entre los sesos del ignorante las hazañas y desdichas del mal. Azarosa distancia la del náufrago en el centro del mar, poder seguir respirando bajo la noche estrellada.

Quien crea al hombre, crea su arte. No desdibujéis la nada de culpa, realmente uno siempre caga allí donde come.

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