jueves, 27 de mayo de 2010

Blablabla


Susurra en boquita de algodón que el mundo ha sido injusto con ella, siempre enfrentándola a veintidós mil a la puerta de su iglesia sin campanario. -Y aunque el frío grisáceo se abalance sobre sus mejillas y sus labios, también llena de vida las briznas doradas del mundo en su pelo.
Después de todo, el hombre necesita color, ¡y mucho más en invierno! Así, las manos desvalidas por el raspar de su desnudez con febrero, logran retener su pertenencia a ese mundo, mujer de colores, frente a la tentación de marcharse hacia el otro que se escabulle entre los huecos de los muros de piedra del pueblo.
A escondidas, cuando sale el raposo, habla con la luna y tiene a su lado a los dioses, sentada entre los manzanos y el seto, mientras el pueblo descansa con miedo. Ella no teme al raposo, sólo teme a sus manos; y así se dirige a los dioses para que intercedan y eviten que éstas se escapen-.

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