domingo, 16 de marzo de 2008

16-03-08

Sujetando la cabeza en su sitio, intentando describir de dónde procede la contradicción. Cabeza efervescente que siente que hay algo increíblemente maravilloso que expresar, inmenso y sin igual, pero que sintiendo la posibilidad de hacerlo sólo descubre su incapacidad. Palabras vacías, aburridas, expresiones repetidas, cayendo una y otra vez en lo vacío, en las palabras que parecen bonitas pero que no aportan nada más a lo repetido durante años. Tal vez el estancamiento llegue a todos los niveles. Hace dos años sentía cada palabra y cada frase por muy mal escrita que estuviera, y ahora una frase ha de ser tres mil frases con tal de que sólo una tenga la mitad del sabor que cualquiera en el pasado. Estoy sintiendo una involución de objetivos, aunque puede que sea sólo arrepentimiento por la decisión de quedarme en esta tierra del norte tan suya, donde nadie dice ser quien es y donde nadie es quien puede ser. Estancamiento sin parangón en la comodidad, y la triste falta de ideas es lo que siento que asola estas tierras; por supuesto que hay personas y problemas, pero no hay nada útil que invertir en ello, sólo son temas de un libro cuadriculado en la cabeza y unas tablillas de barro que recogen las normas correctas de conducta en la aldea. Una Asturias decadente dónde la decadencia sea tal que nadie se percate de ella, tal vez futuro incierto o incluso el pasado que arrastramos. En un sitio dónde no exista la posibilidad de importar nuevas ideas, nuevas motivaciones, sólo crecerán hierbajos y los sencillos animales que se alimenten de ellos, nada más si no hay evolución posible. La solución más inteligente y más cobarde sería huir del sitio dónde el opio vive un sueño y establecerse donde el opio solamente sea opio.
Las ideas rejuvenecen en las multitudinarias urbes, aparecen y desaparecen, se transforman, pero jamás mueren. Una urbe es una enciclopedia de las ideas, es una enciclopedia del ser humano, es una colección de imágenes recurrentes necesarias para la maravilla o el tedio. En una ciudad pequeña, en un pueblo, ya existe una enciclopedia limitada a unas pocas razones y difícilmente ampliable: pertenece a los límites que proponen lo socialmente correcto por mera convicción en que sólo es lógico y verdadero aquello que la costumbre convierte en rutina popular. En las urbes, los cambios en las ideas están influidos por el creciente movimiento de masa popular desde distintas zonas del país, del continente y del mundo. La urbe es el centro de reunión de la variedad en un país, la urbe es su centro psicológico de vanguardia, así que dado eso, es lógico pensar que en aquellos sitios que se encuentran alejados de los centros de vanguardia, el estado de las ideas se limita a un círculo cerrado donde solamente algunas partículas derivadas de los medios de comunicación y de la publicidad, en conjunto con lo poco influyente que pueda ser la inmigración, se logran acoplar al ciclo. Desgraciadamente no sería correcto hablar de idea en si, de idea pura, sino más bien de algo que provoca un cambio estético, mental y decorativo, pero que por otro lado no modifica en absoluto el sustrato cultural o social puesto que no hay ruptura en la rutina popular de lo socialmente correcto.

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