martes, 8 de julio de 2008

Acabo de entender, acabo de comprender, acabo de percatarme de todo el tiempo que he perdido este año. Acabo de comprender que me he tirado todo el tiempo buscando en el lugar incorrecto. Acabo de darme cuenta de que detrás del cofre estilo-caja-de-Pandora no había nada. He amenizado la ceniza de una vara de incienso. No, no. Nada.
He pasado las horas pensando que no estaba solo, he pasado los días, pasado, tirados, escupidos, a la basura. He aguantado un curso entero por menos de seis horas, por menos de cinco, siempre esperando cinco minutos más, pero no, no, nada. Escupidos.
Y ahora que me doy cuenta de que estaba tan solo, ahora que me doy cuenta de por qué mi pesimismo es tan científico, ahora, es ahora, cuando debería escribir “ahora es cuando de verdad me siento triste”, pero solo puedo decir que me importa una mierda. Ahora, ahora que me he dado cuenta de que he fracasado como persona, ahora es cuando menos me importa la añoranza. Porque el problema, dulce problema, es que yo no he perdido nada. No he tenido oportunidad de perder a nadie, solo ellos la han tenido.
Siempre, siempre he estado solo, solo he amenizado. Amenizar, como patos amarillos en un tiro de feria, bonitos, extraños, se mueven, a ver que te dicen, a ver que te cuentan, no salgas tú de esa bolsa de plástico duro, los patos te susurrarán al oído conclusiones metafísicas sobre arcanos problemas de tres frases que se repiten hasta la saciedad. Tanto tiempo, demasiado tiempo, y me doy cuenta ahora. Joder.
Y ahora, incluso dudo de que la cara sea real, porque no encuentro en mi cabeza nada, absolutamente nada que pueda recordarme por qué creé una idealización sin cimientos. Realmente no hay motivos.

Tal vez sólo esté gritando.

Yo no se leer en los ojos de la gente, voy dando palos de ciego sin saber lo que busco hasta que lo que busco me encuentra. Por eso siempre estoy perdido, por eso todo me importa tan poco y cuando pasan los siglos y sus acontecimientos afirmo: “ves, tenía razón, otra vez y nada.”

Y ahora, justamente ahora, he visto pasar diez siglos por mis raspadas pupilas, y al ocaso del décimo, me he quedado incómodamente atascado porque aún no ha acabado.


Así que como la esperanza es tan tonta y como yo no la dejo escapar, se quedará a mi lado, hasta que el décimo mes termine y pueda acabar o no acabar este inicio de año.

No hay comentarios: