lunes, 17 de septiembre de 2007

Ahora destripa anteayer


El piano retumba bajo cada tecla, pulsada y violada en la supuesta creación de sentidos amargos y poco conocidos, en parte por culpa de una situación anunciada. Porque algún día debía de ocurrir, algún día tendrían que volver los perfumes y los malos muertos que ocultaba en el desván de mis palabras. No todo acto trae consigo una impunidad explícita, y el mero hecho de abandonar el pesar, puede ejercer aún mayor presión bajo sesos descompuestos por la dulzura encontrada en tus manos.

Imaginación.


Porque el ocaso de nuestros dioses sea el principio de no se que nuevo periodo de tranquilidad racional. Brindo.

No pretendo de mis palabras un milagroso escudo, reniego incluso de cualquier interés social que las mismas me deporten; ahora mismo, el consuelo no es posible. Tal vez existió consuelo en mis entrañas cuando creía que el hecho de que alguien escuchara mi embriagada voz, tenía como única causa la comprensión e interés por la misma, pero eso ahora no existe. Ayer me di cuenta de que una conversión forzada no arreglaría nada.

Y recuerdo momentos en los que el hecho de emborracharme me permitía un leve contacto con esta ciudad y su gente, pero ahora se está desvaneciendo en la alocada carrera por sentir más que nunca y perder los papeles en el intento.

Y a cada minuto, tu imagen se desvanece un poquito más. Y la dificultad de recordar momentos interfiere con la imaginación, produciendo dulces situaciones efímeras.



Efímeras, irreales, que pudieron ser posibles y no fueron.


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