jueves, 27 de septiembre de 2007

Dios es amor

Cuando tu recuero alumbra la impaciencia,
son recuerdos resonantes los que,
entrando al trapo,
recuerdan la insolencia.
Porque sencillo sería decir:
no es rima,
no hay versos,
es absurdo.
Pero más allá de las convenciones,
más allá de la nula poética,
es alma la que implanto,

en cada palabra y en cada letra,
en cada mirada indiscreta hacia ninguna parte.
Porque el amanecer está desnudo frente a la inocencia,
porque cada segundo vivido
es un segundo menos ante Dios.
Porque perder es ganar,
al menos bajo la crítica mirada.

(De la experiencia para quien no comprenda)

Cada paso es un reto,

como peso escurrido,
deseoso de perder,
prendado del ejemplo de filósofos que,
pensando en el mundo
olvidan su existencia.

Y admito que las palabras se traban,
parecen estáticas,
huérfanas,
pero no será por propia intención…
En todo caso será mi experiencia
la que sin querer olvida el sufrimiento,
y es nula llegado el caso de expresarlo.

Cuando el suelo se abre bajo mis pies,
debo escupir,

rellenarlo de improperios,
vomitar si hace falta
pues el vómito seco normalmente,
incluso si Dios no lo desea,
se vuelve seco.
Lo suficientemente seco para caminar sin patinar,
sin caerse,
porque los pies de barro acomodados se sienten
en suelo mullido aunque maloliente.


Y si a Dios le interesa,
ya no estaré esperando su grandilocuencia,
su bondad,
su comprensión,
su justicia,
su veracidad.
Ahora, Dios me resulta indiferente frente al mundo,
porque me ha dado mucho,
sí,

pero se ha tomado el lujo de quitármelo todo.
Y siendo incluso más estrictos,
negaría el honor a Dios
de semejante hazaña,
regalándosela a la mera trivialidad,
que aunque impersonal
sensata es en abundancia.
Y que coño,

nombremos a dios en minúsculas,
qué no deja de ser una mera invención
y un mero logro imaginativo

de la primitiva originalidad humana,
que creyéndose especial en su esencia,
solo bajo algo superior ha podido legitimarse.
”Dios ha muerto”,
llegaron afirmar algunos,
“Dios está en nuestros corazones”,

otros contestaron,
pero no es dios,
es su imagen,
es la idea,
usufructo bastardo,
la idea nació de la estupidez,
de la necesidad de vivir de ilusiones.

Y ahora,
llegado el momento,
que la poesía se convierta en realidad.

Porque cuando besaba los labios,
no imaginaba,
acariciaba en todo caso,
disfrutaba de piel ajena.
Mera necesidad convertida en escarnio,
como luces serpenteantes,
serpenteaban,

alucinaban mis ojos en el descaro,
turbulentos,
en imágenes giratorias y artificiales.

Sencillo es decir artificial a cualquiera,
más difícil es,
pese a todo condicionamiento,
sentir,
amar,
llorar,
gritar,
de un sentimiento propio,
sentimiento que no alcanzará a cualquiera.
Pues un garrafal fallo es decir

que la vida es sueño,
y los sueños,
sueños son.
Porque pese a sueños,

podremos intervenir más allá.
Que el mundo es nuestro,
vale,
que las palabras y los gestos también,
mas no es poder individual el mundo,
sino elecciones acertadas,
subyugadas bajo los fallos y aciertos del resto.

Y cuando mis palabras temblaban,
temblaba el mundo.
Bajo mis pies era suelo arcilloso
el que con apariencia divertida,
sabía del final adecuado.
¿¡Adecuado!?
gritaba con impotencia,

mientras perdía besos
y aparecían viejos,
mundos viejos,

que había olvidado a sabiendas de su irrefrenable aparición.

Para qué sufrir si saber es suficiente,
no puedo ni quiero convencer,
solo será decisión de mi caprichosa mente.
Ella decidirá cuando y como,
y si de llorar hace falta,
que no quepa duda de que ese cielo merece el llanto,

que no será inconsciencia la gala de noche,
sino la cumplida diversidad de ideas
porque sin ideas dios estaría muerto y,
hoy en día,
su importancia solo estriba en el deseo.

No hay comentarios: