viernes, 14 de noviembre de 2008

Años

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(...)

- Perfecto – asintió mientras comenzaba a sacar la cartera.

- No. Deja las cosas en tu habitación y ya me pagarás después – cortó la mujer.
- Eeee, vale… - el gesto del muchacho reflejaba su sorpresa.
- Tu habitación es la cinco – dijo la mujer mientras le entregaba la llave -. La limpieza de las habitaciones es cada dos días. Sábanas limpias las podrás recoger aquí.



Y sin dar tiempo a ninguna pregunta, la mujer abandonó la recepción por una puerta que se encontraba cercana a la escalera.
El joven, aún sorprendido por lo absurdo de la situación, se encogió de hombros y comenzó a subir las bonitas escaleras. Tras pasar el ventanal y adentrarse en un oscuro pasillo, por fin logró introducir la llave en la puerta número cinco y abrirla. Su sorpresa fue mayúscula cuando, tras pasar el marco de la puerta, se dio cuenta de que la habitación carecía de ventana propiamente dicha, en cambio, justo por encima de las cenicientas sabanas de la cama, se encontraba un amplio ventanal que daba directamente al cielo de Madrid. Tampoco había nada que evitara la entrada de luz por la noche, pero eso a él no le importaba realmente, ya que se había acostumbrado a las plácidas sombras que la noche proyectaba en el cuarto de su ciudad natal.
Posó su mochila sobre la rustica silla que se encontraba frente a un pequeño escritorio, y tras liarte un canuto mientras observaba las peculiaridades de la estancia, se tumbó a degustar su beso placentero mientras el azul celeste seguía imperturbable allí arriba.
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1 comentario:

Holly Golightly dijo...

Yo personalmente prefiero un ventanal que me enmarque el cielo de Madrid, pero sólo el de Madrid.
¿Son tuyos los textos? Están muy bien.